jueves, 15 de enero de 2009

"Los telesueños líquidos de Mariana."

Durante el tiempo de los grandes descubrimientos de una era remota, justo donde el soplo de los vientos del norte se estrellan sobre la olvidada carretera que conecta lo que fue y lo será; ahí en ese punto, en esa intersección de presentes; abrió sus claros ojos a la realidad de los adultos, una bella y blanca criatura: Mariana.

Desde ese momento, su vida fue marcada con el hierro incandensente de la ignorancia de quien esperaba por ella. El miedo a que este ser comprendiera lo que es su verdadera escencia, era visto de una manera negativa por lo citadínos; ya que ella era de un pequeño rancho en vías de desarrollo. Sólo caminos de terracería y bellos espectáculos naturales: el progreso no había llegado aún.

A la edad de escazos siete años, durante una larga caminata por los inmensos cerros de los alrededores, formuló su primera gran cuestión:

- Tiene algún sentido seguir avanzando, si no comprendo hacia donde voy?; se paró de tajo y se quedó inmóvil durante horas, tal vez días. Pensaba y no entendía. Se desmayó.

Trás esta situación inherte, el calor de los vientos del norte le pusieron de pie y la llevaron, como hoja, directo a las puertas del pueblo; donde su familia le rezaba un rosario, pues ya la daban por muerta.

-Milágro!; exclamaban lo creyentes.

Su abuela, su gran aliada de vida, le preguntó quedito:

-Fué el viento, verdad? y con una sonrísa asombrosa le contestó la extraordinaria niña. Entónces del cielo se escuchó una voz grave que decía:

-Despierta, abre tus ojos Mariana, ya amaneció... Entónces sacudió su cabeza y todo empezó a desaparecer, su abuela, los cerros, el pueblo mismo y por último ella. Una luz cegadora se comía todo. Era un sueño y ella yacía sobre su cama y la voz era la de su padre que le levantaba para empezar las labores matutinas.

Confundida, se sentó sobre su cama, su padre le besó la frente y ella se le quedó viendo fijamente. Lo examinó y una extraña sensación le invadió las entrañas y articuló como canto de cenzóntle:

-Necesitó comprender. Su padre se estremeció y solo pudo decir:
-Vamos hija, ve por agua al pozo para que te laves...

Los años pasaron para Mariana y su corazón se convirtió en un enjambre de dudas; por supuesto el amor se anexo a este sin fin de incomprensiones. Vida, muerte, destino, risas, miedos, dioses, tiempo, luz, obscuridad, principio y final; por qué?!...

A los 23 años, todo su mundo se transformó, esta vez para mal. El amor era demasiado. 50 por ciento amor y 50 porcientos vacilar. Y es que a esta edad, es cuando uno decíde si caminar o dejarse convencer y a estas fechas había surgído un gran convencedor y desviador de preguntas, el tipo que se había enamorado de ella.

Mariana fue seducída por este gran maestro en mujéres, el príncipe azul, quien manejaba un impala 54. La invitó a viajar hacia la modernidad, en donde se localizan las más grandes respuestas del hombre. Y partió, dejó a su pueblo, a sus cerros, a sus vientos del norte para llevarse sus incógnitas.

La ciudad era enorme pero su hogar no. Ni siquiera contaba con un gran patio. Casi no había tierra, pisaban sobre cemento. Los árboles eran mera imaginación y el agua corría por tuberías. Nada era lo que parecía. Y las respuestas, esas provenían de una pequeña caja, una ventana de historias de ciudad.

El error era evidente, pero no podía regresar derrotada a lo que era y tuvó que quedarse ahí, envonada en un sillón, mientras el príncipe azul se desgarraba el alma como esclavo del progreso y ella seguía consumiéndosele la cabeza por querer comprender. Entre tanta pregunta y tanta desesperación y tan poca respuesta, el tiempo se volvió líquido en sus manos.

Tuvo que aferrarse con fuerza a lo único tangíble, sus sueños, que eran cada vez menos, pero su fatídica vida fue recompensada cuando el seudo príncipe, obtuvo el financiamiento para comprar su primer televisor; era un mundo nuevo para Mariana y de inmediato se identificó con las protagonistas de historias como la de ella, pero a diferencia; siempre tenían un final feliz...

Así siguió, inmersa en su propio dolor, pues las respuestas que añoraba ya no le interesaban y la repetición se hizo comoda en su ser. Ahora Mariana no busca, sólo espera que el final de la próxima telenovela la lleve un poco mas rápido al último escalón y que sus telesueños, como el que vivió a los siete años, regrese y perderse y nunca vuelver de su interior...

Un día, cuando alimentaba a los pájaros, pensó: "Deja que los vientos del norte pasen y escucha al cenzóntle cantar, ahí yace la verdad", entónces comprendio y se desplomo sin vida...

1 comentario:

  1. Le dejo mi nuevo link, me aburrio el otro blog, mucho de lo mesmo, saluditos y por cierto dijo Enrique que aprovechará para recomendarte con el mero merenguero... saludines mi cacho flaix del amor!

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