domingo, 3 de mayo de 2009

Caminando en el cuando...

Cuando el viento se vuelve una extensión más de mi cuerpo, lentamente logro deslizarme por cada una de las aberturas de esa mujer que proviene del mismo caos. Mi piel se transforma en el conducto eficaz para transmitir un deseo olvidado.

Cuando el cerro late al unísono conmigo, la belleza se configura y los espacios que existen en mi carne y la misma tierra, se vuelven hermosos hoyos negros y puedo desaparecer y atraerte y alejarte. Repetir el ciclo con solo respirar.

Cuando el árbol alcanza el último detalle de mis sensaciones, el fruto soy yo y el abono, esa mujer, la misma que sonríe con el viento y que abraza al mismo cerro. Es la confabulación de caracteres, el ordenamiento mesurado de explosiones.

Cuando esa mujer, se olvida de sentir el viento, mi eterna conexión, se desvanece. Expira. Entonces no queda más que seguir caminando por esta ciudad, de un punto a otro, hasta que la femenina figura intervenga y logre unir las piezas de mi naturaleza.

Por el momento, sigo caminando en el cuando...

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